sábado, 13 de septiembre de 2008

El ágora


Dice el diccionario que un ágora era la plaza pública griega donde, en un principio, se celebraban los mercados y donde los ciudadanos, siempre hombres, ya que las mujeres respetables no aparecían nunca en público, se reunían para tratar los asuntos de la comunidad. A lo largo del tiempo se fueron variando las funciones de este lugar, pero siempre respetó su condición de foro de discusión bien religiosa, bien política o simplemente lúdica. Con mi ágora deseo recuperar el debate, el respeto a todas las opiniones, el lugar para compartir.

Las musas


Las Musas son ninfas relacionadas con ríos y fuentes. Engendradas por Zeus y Mnemósine, según unos, o por Urano y Gea, según alguna otra versión, son capaces de inspirar toda clase de poesía, así como de narrar a un tiempo el presente, el pasado e incluso el futuro, dadas sus virtudes proféticas. El número de estas deidades también admite variantes (tres, siete, etc), pero fue Hesíodo el primer poeta que, en su teogonía, citó un total de nueve, dándoles además estos nombres que, en griego, tienen un significado concreto:

Clío

la que ofrece gloria. Inspira la Historia.

Euterpe

la muy placentera. Protege el arte de la flauta.

Talía

la festiva. Musa de la comedia.

Melpómene

la melodiosa. Musa de la tragedia.

Terpsícore

la que deleita en la danza.

Érato

la amable. Musa de la lírica.

Polimnia

la de muchos himnos. Protege la mímima.

Urania

la celestial, protectora de la astronomía.

Calíope

la de bella voz. Protectora de la poesía épica.

Será más adelante, ya en época helenística (a partir del siglo IV a.C), cuando se les asigne a cada una de ellas un dominio o función propia dentro de la literatura. Se les atribuirán además una serie de emblemas característicos que son los que nos permiten reconocerlas y distinguirlas en las representaciones gráficas.

Las Musas son las cantoras divinas que con sus coros e himnos deleitan a Zeus y a los demás dioses en el Olimpo, su morada, bajo la dirección de Apolo. Otras veces descienden a la Tierra, actuando de mediadoras entre lo divino y los seres humanos gracias a la inspiración que transmiten a los poetas, proporcionándoles el conocimiento de lo Eterno.

Hay que destacar el culto que se les rindió en Tracia, concretamente en Pieria, cerca del monte Olimpo (de ahí que en ocasiones reciban el nombre de Piérides) y en Beocia, en las laderas del monte Helicón.

En su condición de inspiradoras de toda clase de Arte, son invocadas por los poetas al comienzo de sus obras para que les proporcionen las palabras adecuadas y les muestren los hechos verdaderos.

A ellas invocaremos en este principio nuestro de El ágora de Alejandría.