domingo, 26 de octubre de 2008

Bodas de plata


Una vez leí que el que una pareja llegue a celebrar sus bodas de plata o de oro, es un logro personal y como pareja. Esto significa que entre los dos han ganado la partida, y han tenido la capacidad de volver siempre al otro, y la disposición de recibir siempre al otro.
Dentro de tres días celebraré mis bodas de plata matrimoniales.
Me recuerdo con veinte años afirmando sin ningún género de dudas que él sería mi marido para toda la vida. Que si entonces no me casaba, que lo haría después, pero con el mismo hombre. Recuerdo la cara de incredulidad de quien me escuchaba. Alguna iba más allá y ponía esos ojitos de "bueno, ya veremos".
Me recuerdo en cada embarazo, en cada trabajo, en cada hogar. Compartiendo siempre. Me recuerdo llorando, o besando, o abrazando, o gritando. Pero siempre juntos.
Y últimamente, me veo regalada, mimada, cuidada (que ya somos abuelos).
Nada hay como el amor, si éste es capacidad para volver al otro y disposición para recibirle.

"Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.
Ya podría tener el don de la profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca".
Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

martes, 21 de octubre de 2008

Lo cor se spande per amare. Iacopone da Todi


Rebuscando en un olvidado documento, he redescubierto un poema de Jacopone da Todi. ¡Que sorpresa te dan los archivos! Hace tiempo, cuando teníamos más horas y un temario más relajado, podíamos disfrutar en clase de los grandes autores internacionales. Y así, les hablábamos a nuestros alumnos (entonces absortos ante nuestras historias) de cómo surgió el primer grupo de poetas, que podría ser considerado como Generación, allá por el siglo trece italiano, en pleno renacimiento. Cómo, entre sus textos, nace una nueva concepción del amor literario -el neoplatónico y petrarquista-, agotado el tratamiento del amor cortés. Y cómo, de entre todos ellos, podemos hablar de un precursor, Jacobo da Todi, franciscano y poeta, que se dedicó a la vida mendicante al ser testigo de la muerte de su mujer -aplastada por un palco en una fiesta- y al descubrir en su cuerpo un cilicio.
Vaya en recuerdo de aquellos días de poesía y pedagogía.
Amor, amore che sì m’hai ferito,
altro che amore non posso gridare;
amor, amore, teco so’unico,
altro non posso che te abbracciare,
amor, amore, forte m’hai rapito,
lo cor sempre se spande per amare.
Iacopone da Todi

sábado, 18 de octubre de 2008

No siempre ganan los fuertes... siempre lo hacen los valientes


Una preciosa entrada de Danae (LIARTE) argumentaba con el ejemplo de David y Goliat la máxima que sirve de titular. Desde que la leí, sentí que había un texto que enlazaba perfectamente con esa idea. Por fin lo recordé. Os lo presento. Se trata de un poema de "poesía negra" americana. A mí me encanta. Por eso lo comparto con vosotros.
A vuestra salud:

El viejo mono
dijo al monito:
-Vámonos, demos
un paseíto;
de estar colgado
me siento ahíto.
Pero en respuesta
dijo el monito:

-Yo tengo miedo,
pues por poquito
el otro día
me dejan frito
cuatro caimanes
y dos mosquitos,
sin que pudiera
lanzar un grito,
pedir socorro,
tocar un pito.

El viejo mono
dice al monito
(no sin mirarlo
de hito en hito):
- De los cobardes
nada se ha escrito.
¿No te avergüeza,
lindo amiguito,
coger los mangos
siempre bajitos,
sin pena o riesgo,
sin un tirito?
-¿Y si me matan?
(gime el monito).
-Pues si te matan,
ya estaba escrito.
- ¿Y si me prenden?
- Será un ratito.
- ¿Y si me hieren?
- Un pinchacito...

Después de hablado
todo lo escrito,
miren que miren,
ahí va el monito,
con más candela
que un aerolito,
canta que canta,
ya no bajito.

El bosque es suyo...
¡Mas cuidadito!,
hay otros monos
y otros monitos,
que no se pueden
quedar solitos.

MORALEJA
Luego de lo leído
claro habrás comprendido
que en materia de monos y de gentes,
sólo pueden triunfar los más valientes.

Nicolás Guillén

jueves, 16 de octubre de 2008

El beso


Había decidido crear una entrada sobre “el beso”.
Lo hice antes de descubrir que este año se cumple el primer centenario de la presentación en público de El beso de Rodín, en la exposición de arte de Viena. Siempre me ha fascinado esta escultura. Quisiera colarme yo misma entre esos brazos y gustar ese beso frío y seco.
El beso. Jose Luis Garci, ha escrito y dirigido una película sobre su historia. Gustavo Adolfo Bécquer ha creado una leyenda. Klimt lo ha dibujado. Rodín lo modeló. Hasta una emisora de radio lleva este nombre.
El beso. La más auténtica forma de acercamiento. ¿No recordáis el primer beso?, ¿ese ensayo general de la felicidad?

Yo ya me despedía.... y palpitante
cerca mi labio de tus labios rojos,
«Hasta mañana», susurraste;
yo te miré a los ojos un instante
y tú cerraste sin pensar los ojos
y te di el primer beso: alcé la frente
iluminado por mi dicha cierta.

Salí a la calle alborozadamente
mientras tu te asomabas a la puerta
mirándome encendida y sonriente.
Volví la cara en dulce arrobamiento,
y sin dejarte de mirar siquiera,
salté a un tranvía en raudo movimiento;
y me quedé mirándote un momento
y sonriendo con el alma entera,
y aún más te sonreí... Y en el tranvía
a un ansioso, sarcástico y curioso,
que nos miró a los dos con ironía,
le dije poniéndome dichoso:
-«Perdóneme, Señor esta alegría.»
Amado Nervo

Un lector


Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído.
No habré sido un filólogo,
no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa mutación de las letras,
la de que se endurece en te,
la equivalencia de la ge y de la ka,
pero a lo largo de mis años he profesado
la pasión del lenguaje.
Mis noches están llenas de Virgilio;
haber sabido y haber olvidado el latín
es una posesión, porque el olvido
es una de las formas de la memoria, su vago sótano,
la otra cara secreta de la moneda.
Cuando en mis ojos se borraron
las vanas apariencias queridas,
los rostros y la página,
me di al estudio del lenguaje de hierro
que usaron mis mayores para cantar
espadas y soledades,
y ahora, a través de siete siglos,
desde la Última Thule,
tu voz me llega, Snorri Sturluson.
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa
y lo hace en pos de un conocimiento preciso;
a mis años, toda empresa es una aventura
que linda con la noche.
No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,
no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;
la tarea que emprendo es ilimitada
y ha de acompañarme hasta el fin,
no menos misteriosa que el universo
y que yo, el aprendiz.

Jorge Luis Borges, 1969

sábado, 11 de octubre de 2008

Historia de la lectura


La lectura, como proceso intelectual silente e individual que hoy conocemos, no nació originariamente así. Alberto Manguel, recuerda en su Historia de la lectura, que durante la edad media, los monjes leían en voz alta y al unísono en los monasterios.
Tampoco la interpretación de la lectura era privada. Antes de san Agustín, un monje leía en voz alta y dictaba la glosa, por lo que se cerraba la puerta a la posibilidad de interpretación subjetiva.
Fue san Agustín quien introduce la lectura silente. Por este hecho lo tomaron por un endemoniado: ¿qué hacía moviendo los labios y siguiendo con los ojos las líneas escritas, sin emitir sonido? ¿Cómo era posible que después resumiera y explicara lo leído si no había leído?
La lectura se convierte así en un acto del diablo, subjetivo, aislante, intelectual, privado. ¿Es por ello que algunos jóvenes no son capaces de acceder a ella? ¿Por lo que tiene de privado, de silente, de intelectual o de demoníaco?

La asamblea de Atenas

Cuando Rafael presentó finalmente su obra La Asamblea de Atenas, uno de los dignatarios eclesiásticos preguntó quién era esa mujer que presidía, desde el centro, toda la asamblea y a la que parecían escuchar todos. El gran artista italiano contestó que se trataba de Hypatia de Alejandría, e instruyó a los que contemplaban su obra sobre el valor de esta mujer.
Naturalmente se la hicieron borrar. Pero el maestro, la incluyó finalmente en una de las esquinas. ¿La véis? Está allí, a la izquierda. Es esa cara que nos mira.

jueves, 9 de octubre de 2008

Hypatia de Alejandría


Dicen que era hermosa, por dentro y por fuera. Una mujer en un mundo de hombres. Filósofa y matemática. Amante del conocimiento, los libros, el arte.
Dicen que la biblioteca de Alejandría no pudo aguantar su ausencia y ardió de dolor. En los libros encontraréis que unos fanáticos la asesinaron (arrancándole la carne con conchas afiladas hasta que murió) y que más tarde se quemó la biblioteca de Alejandría (la más famosa de todos los tiempos).
Yo creo que los libros prefirieron morir a vivir sin Hypatia.

domingo, 5 de octubre de 2008

Segundas partes


Es cierto que "segundas partes nunca fueron buenas". Este simple adagio se cumple también en la mitología. Me explicaré.
Cuenta Publio Ovidio Nasón que Teseo se sirvió del hilo del vestido de Ariadna para encontrar la salida del laberinto, una vez que había dado muerte al Minotauro. Historia archiconocida por todos y que apenas plantea novedad. Sin embargo, ¿alguien sabe qué ocurrió después? Me refiero a cómo continúa la historia de amor entre Teseo y Ariadna, cuando ambos abandonan la isla de Creta y emprenden una vida en común.
Pues Teseo, el valeroso, el inteligente, el enamorado... se cansó de Ariadna y la abandonó, mientras dormía, en Nixos.
Pero ambos tienen segundas partes: Ariadna, rehace su vida con Dionisos -¿podría haber encontrado un dios más divertido?- y Teseo se une a Fedra, hermana mayor de Ariadna, con quien vive una trágica relación , surcada de incestos y muertes.
De Ariadna adquiere el "hilo" y Fedra lo "lía", hasta la muerte.

viernes, 3 de octubre de 2008

Apolo amante de Hiacinto


Hiacinto era de gran belleza, de tal modo que Apolo se enamoró de él. Un día en que los dos se entretenían lanzando el disco, el viento desvió el proyectil, o bien éste chocó contra una roca y rebotó con tan mala fortuna que dio a Hiacinto en la cabeza y lo mató. Consternado, Apolo quiso inmortalizarlo, y transformó la sangre que había brotado de su herida en una nueva flor, el jacinto, cuyos pétalos llevaban unas señales que recordaban el lamento del dios o bien la inicial del nombre del doncel.

Según algunos autores, el verdadero responsable de la muerte de Hiacinto fue Céfiro, rival de Apolo en sus amores con Hiacinto, que habría desviado intencionadamente el disco para vengarse de ambos.