jueves, 29 de enero de 2009

Boody se fue


Llegaste por casualidad. El hijo de una compañera de trabajo te encontró en una cesta de mimbre, abandonado entre dos coches, en la acera. Con tres meses, entró en tu nueva casa un perro de raza, un mastín del pirineo. Tú sobraste y así, entraste en nuestras vidas.
Te recuerdo tranquilo y juguetón. Muy obediente. Pero, sobre todo, cariñoso. Reconociste inmediatamente a tu dueño. Daba igual que otro te sacara de paseo, te llevara la comida y el agua, jugara contigo. Tú sabías quién manejaba en casa la sartén. ¡Y qué bien olía esa sartén! ¡Cómo esperabas impaciente la hora de la comida si tu dueño había hecho cocido!
Por eso le esperaste. Sólo querías que te quitaran los dolores, que te dejaran dormir. Pero querías despedirte. Decirle adiós dejándote acariciar las patas, esas que ya no podías mover. Mirándote en sus pupilas. Y permitirle cerrar tus ojos.
Yo quiero esa muerte de perro.

jueves, 8 de enero de 2009

Por qué viven más las mujeres




He recibido un mensaje que explica por qué las mujeres vivimos más que los hombres. Además de animarme nuevamente a recuperar este espacio mío privado-público y aun siendo consciente de la injusticia que con el mensaje hago sobre mi marido (que podría perfectamente protagonizarlo) no me resisto a incorporarlo a esta entrada. Espero que nos haga reflexionar a todos (y a todas).
Ah! y feliz año 2009!

Mamá y Papá estaban mirando la televisión cuando Mamá dijo "estoy cansada, es tarde, me voy a la cama".

Fue a la cocina a preparar los bocadillos para el día siguiente. Puso en remojo los recipientes de las palomitas, sacó la carne del congelador para la cena del día siguiente, controló si quedaban bastantes cereales, llenó el azucarero, puso las cucharitas y los cuencos del desayuno en la mesa y dejó preparada la cafetera. Puso la ropa húmeda en la secadora, la ropa sucia en la lavadora, planchó una camisa y cosió un botón, recogió los juguetes, puso a cargar el teléfono y guardó la guía telefónica. Regó las plantas, ató la bolsa de basura y tendió una toalla. Bostezó, se desperezó y se fue al dormitorio.
Se paró un momento para escribir una nota a la maestra, contó el dinero para la excursión y cogió un libro que estaba debajo de la silla.
Firmó una felicitación para un amigo y escribió la dirección en el sobre, escribió una nota para el charcutero y colocó todo junto a su bolso.
Mamá a continuación se lavó la cara con las toallitas, se puso crema anti-arrugas, se lavó los dientes y las uñas. Papá gritó "pensaba que te estabas yendo a la cama". "Estoy yendo", dijo ella.
Puso un poco de agua en el bebedero del perro y sacó el gato al balcón, cerró la puerta con llave y apagó la luz de la entrada. Dió una ojeada a los niños, les apagó las luces y la televisión, recogió una camiseta, tiró los calcetines a la cesta de ropa y habló con uno de ellos que estaba todavía haciendo los deberes. En su habitación puso el despertador, preparó la ropa para el día siguiente, ordenó mínimamente el zapatero. Añadió tres cosas a las seis de la lista de las cosas urgentes, dijo sus oraciones y visualizó el alcanzar sus propios objetivos.
En ese momento, Papá apagó la televisión y anunció "me voy a la cama". Y lo hizo, sin otros pensamientos. ¿Nada extraordinario? ¿Os preguntáis por qué las mujeres viven más tiempo? Porque están hechas para los largos recorridos (y no se pueden morir antes, tienen demasiadas cosas que hacer).

lunes, 1 de diciembre de 2008

De cómo se instaló la gata dentro de la choza




Cuánto tiempo hace que deseaba sumergirme de nuevo yo sola, y desnuda, en mi blog. Por fin me encuentro conmigo (-hola, ¿qué tal? ¡cuánto tiempo sin verte! -Sí, bueno, es que ya sabes, las clases, la familia, las obligaciones. -Bueno, pues bienvenida) Y aquí estoy, desnuda de otros quehaceres.
Retomo un deseo que me venía rondando hace semanas. Ofrecer este delicioso cuento africano a todos aquellos que amáis a los felinos, y, especialmente, a dos queridísimas personas que tienen uno en el cielo de los gatos. Va por vosotras, porque estáis reflejadas en este cuento.

"Había una vez una gata, una gata salvaje, que vivía sola en el matorral. Cuando al cabo de un tiempo se cansó de su soledad, tomó por esposo a otro gato salvaje que, a sus ojos, era la criatura más espléndida de la selva.
Paseaban juntos cierto día por un sendero entre la hierba alta, cuando, zas!, de la pradera salió de un brinco el Leopardo, y pegó un revolcón al marido de la Gata, que quedó despanzurrado por el suelo.
-¡Vaya!- dijo la Gata-. Mi marido ha mordido el polvo; ahora comprendo que la criatura más espléndida de la selva no es él, sino el Leopardo -y la Gata se fue a vivir con el Leopardo.
Vivieron juntos muy felices, hasta que un día, cuando cazaban en el matorral, de pronto, catapún!, de entre las sombras salió el León, aterrizó en el lomo del Leopardo y se lo zampó.
-¡Vaya! -dijo la Gata-. Ahora comprendo que la criatura más espléndida de la selva no es el Leopardo sino el León.
Y la Gata se marchó a vivir con el León.
Vivieron juntos muy felices hasta que un día, cuando acechaban a sus presas en el bosque, una figura enorme se cernió sobre ellos y, fu-chu!, el Elefante plantó su pata sobre el León y lo dejó planchado.
-¡Vaya! -dijo la Gata-. Ahora comprendo que la criatura más espléndida de la selva no es el León sino el Elefante.
Así pues, la Gata se fue a vivir con el Elefante. Trepaba a su lomo y se acomodaba ronroneando en su cuello, justo entre las orejas.
Vivieron juntos muy felices, hasta que un día, cuando paseaba entre las altas cañas de la margen del río, pa-wa!, se oyó una fuerte detonación y el Elefante se desplomó en la tierra.
Al mirar a su alrededor, la Gata sólo alcanzó a ver a un hombrecillo con una escopeta.
-¡Vaya! -dijo la Gata-. Ahora comprendo que la criatura más espléndida de la selva no es el Elefante sino el Hombre.
Y, así, la Gata se echó a andar detrás del Hombre y, al llegar a su casa, se encaramó de un salto al techo de paja de la choza.
-Por fin he encontrado a la criatura más espléndida de toda la selva.
Vivió felizmente en el techado de la choza y comenzó a atrapar a los ratones y las ratas de la aldea. Hasta que un día, mientras se calentaba al sol sobre la choza, oyó ruidos procedentes del interior. Las voces del Hombre y de su esposa fueron subiendo de volumen poco a poco hasta que wara-wara-wara...yo-ui!, por la puerta salió despedido el Hombre y aterrizó en el polvo.
-Conque sí, ¿eh? -dijo la Gata-. Ahora sé quien es de verdad la criatura más espléndida de la selva: la Mujer.
La Gata descendió del techo de paja, entró en la choza y se arrellanó junto al fuego.
Y allí ha seguido instalada desde entonces."

Para todas las personas espléndidas de la selva del mundo.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Negro


He leído hoy en el Magazine de El Mundo interesantes reportajes sobre el negro ("¡Viva el negro! Un color maldito. Lo que se ha dicho sobre el negro... ¿Cómo sería Obama si fuese blanco?"). Lo cierto es que hay palabras que se van cargando de connotaciones negativas y cuando quieren llegar hasta nosotros ya no podemos más que adoptarlas como están. Así ha ocurrido con "siniestro" (que era sólo "izquierdo", en principio, sin más acepciones).
No me había parado a pensar en el negro hasta hoy. Y es cierto que también esta palabra se ha ido llenado de cargas semánticas negativas: agujero negro, tener la negra, mano negra, nubes negras, marea negra, trabajar como un negro, etc.
El Semanal, como he dicho, es magnífico. Sin embargo, en él faltaba una alusión a la oveja negra (es cierto que recoge un reportaje sobre la misma), me refiero al magnífico microrrelato de Monterroso, recogido en su libro La oveja negra y demás fábulas. Os la copio, para celebrar la victoria de Obama (que aún podemos celebrarla, porque todavía no se ha sentado en el sillón del poder)
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja Negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

Augusto Monterroso. La oveja negra y demás fábulas.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Los atardeceres





Resulta curioso comprobar con cuánta asiduidad los seres humanos (no sé si les pasa a otros, aún no he podido comprobarlo) no somos capaces de disfrutar de lo que tenemos cerca. Nos acostumbramos a la rutina con tanta facilidad que perdemos oportunidades que, en muchas ocasiones, no se nos vuelven a presentar.
Me ha ocurrido tantas veces que ahora estoy alerta a cualquier "origen de placer". Así, cuando llegamos a la nueva vivienda que ahora disfrutamos, descubrimos los atardeceres. ¡Descubrir un atardecer! A quien se le cuente, dirá que si es que no vivíamos en la tierra, si es que acabamos de regresar de un viaje interestelar de años, si somos extraterrestres, o qué. Pues es verdad. No hay atardeceres como los que veo cada día desde la terraza de mi casa. Y no me había dado cuenta hasta que descubrí a la vecina apoyada sobre la valla de su terraza.
-Estamos disfrutando de esta vista. No hay atardeceres como éstos. Ya lo veréis.
Y es verdad. Quisiera compartirlo. Va por todos vosotros.

martes, 4 de noviembre de 2008

El mundo al revés


En pocos días se reunirán los grandes para reorganizar el mundo (una vez más) y construir un "nuevo capitalismo". Mientras tanto, en el Congo (una vez más) se libra una lucha fratricida que a nadie importa (recomiendo encarecidamente la película "Hotel Rwanda").
En esto estábamos, cuando voy a visitar a un tío mío, hospitalizado en Madrid por un cáncer. Me cuenta, con una lucidez y una paz interior contagiosa, que ha tenido de vecino de cama a un indigente. Macario, que así se llamaba, no quería recibir el alta. La cama limpia, los mimos de las enfermeras, las cuatro comidas al día, el calor y el trato humano. No podía permitirse perder esto.
Y aquí está la paradoja de este mundo al revés. Mientras el mundo "civilizado", el primer mundo, pide el alta voluntaria para volver a su cómodo sillón de burgués, el desheredado, la escoria del tercer mundo en el primero, está deseando volver a resbalar en la calle para que, con suerte, un alma caritativa, lo ingrese de nuevo.

domingo, 26 de octubre de 2008

Bodas de plata


Una vez leí que el que una pareja llegue a celebrar sus bodas de plata o de oro, es un logro personal y como pareja. Esto significa que entre los dos han ganado la partida, y han tenido la capacidad de volver siempre al otro, y la disposición de recibir siempre al otro.
Dentro de tres días celebraré mis bodas de plata matrimoniales.
Me recuerdo con veinte años afirmando sin ningún género de dudas que él sería mi marido para toda la vida. Que si entonces no me casaba, que lo haría después, pero con el mismo hombre. Recuerdo la cara de incredulidad de quien me escuchaba. Alguna iba más allá y ponía esos ojitos de "bueno, ya veremos".
Me recuerdo en cada embarazo, en cada trabajo, en cada hogar. Compartiendo siempre. Me recuerdo llorando, o besando, o abrazando, o gritando. Pero siempre juntos.
Y últimamente, me veo regalada, mimada, cuidada (que ya somos abuelos).
Nada hay como el amor, si éste es capacidad para volver al otro y disposición para recibirle.

"Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.
Ya podría tener el don de la profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca".
Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.