lunes, 1 de diciembre de 2008

De cómo se instaló la gata dentro de la choza




Cuánto tiempo hace que deseaba sumergirme de nuevo yo sola, y desnuda, en mi blog. Por fin me encuentro conmigo (-hola, ¿qué tal? ¡cuánto tiempo sin verte! -Sí, bueno, es que ya sabes, las clases, la familia, las obligaciones. -Bueno, pues bienvenida) Y aquí estoy, desnuda de otros quehaceres.
Retomo un deseo que me venía rondando hace semanas. Ofrecer este delicioso cuento africano a todos aquellos que amáis a los felinos, y, especialmente, a dos queridísimas personas que tienen uno en el cielo de los gatos. Va por vosotras, porque estáis reflejadas en este cuento.

"Había una vez una gata, una gata salvaje, que vivía sola en el matorral. Cuando al cabo de un tiempo se cansó de su soledad, tomó por esposo a otro gato salvaje que, a sus ojos, era la criatura más espléndida de la selva.
Paseaban juntos cierto día por un sendero entre la hierba alta, cuando, zas!, de la pradera salió de un brinco el Leopardo, y pegó un revolcón al marido de la Gata, que quedó despanzurrado por el suelo.
-¡Vaya!- dijo la Gata-. Mi marido ha mordido el polvo; ahora comprendo que la criatura más espléndida de la selva no es él, sino el Leopardo -y la Gata se fue a vivir con el Leopardo.
Vivieron juntos muy felices, hasta que un día, cuando cazaban en el matorral, de pronto, catapún!, de entre las sombras salió el León, aterrizó en el lomo del Leopardo y se lo zampó.
-¡Vaya! -dijo la Gata-. Ahora comprendo que la criatura más espléndida de la selva no es el Leopardo sino el León.
Y la Gata se marchó a vivir con el León.
Vivieron juntos muy felices hasta que un día, cuando acechaban a sus presas en el bosque, una figura enorme se cernió sobre ellos y, fu-chu!, el Elefante plantó su pata sobre el León y lo dejó planchado.
-¡Vaya! -dijo la Gata-. Ahora comprendo que la criatura más espléndida de la selva no es el León sino el Elefante.
Así pues, la Gata se fue a vivir con el Elefante. Trepaba a su lomo y se acomodaba ronroneando en su cuello, justo entre las orejas.
Vivieron juntos muy felices, hasta que un día, cuando paseaba entre las altas cañas de la margen del río, pa-wa!, se oyó una fuerte detonación y el Elefante se desplomó en la tierra.
Al mirar a su alrededor, la Gata sólo alcanzó a ver a un hombrecillo con una escopeta.
-¡Vaya! -dijo la Gata-. Ahora comprendo que la criatura más espléndida de la selva no es el Elefante sino el Hombre.
Y, así, la Gata se echó a andar detrás del Hombre y, al llegar a su casa, se encaramó de un salto al techo de paja de la choza.
-Por fin he encontrado a la criatura más espléndida de toda la selva.
Vivió felizmente en el techado de la choza y comenzó a atrapar a los ratones y las ratas de la aldea. Hasta que un día, mientras se calentaba al sol sobre la choza, oyó ruidos procedentes del interior. Las voces del Hombre y de su esposa fueron subiendo de volumen poco a poco hasta que wara-wara-wara...yo-ui!, por la puerta salió despedido el Hombre y aterrizó en el polvo.
-Conque sí, ¿eh? -dijo la Gata-. Ahora sé quien es de verdad la criatura más espléndida de la selva: la Mujer.
La Gata descendió del techo de paja, entró en la choza y se arrellanó junto al fuego.
Y allí ha seguido instalada desde entonces."

Para todas las personas espléndidas de la selva del mundo.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Negro


He leído hoy en el Magazine de El Mundo interesantes reportajes sobre el negro ("¡Viva el negro! Un color maldito. Lo que se ha dicho sobre el negro... ¿Cómo sería Obama si fuese blanco?"). Lo cierto es que hay palabras que se van cargando de connotaciones negativas y cuando quieren llegar hasta nosotros ya no podemos más que adoptarlas como están. Así ha ocurrido con "siniestro" (que era sólo "izquierdo", en principio, sin más acepciones).
No me había parado a pensar en el negro hasta hoy. Y es cierto que también esta palabra se ha ido llenado de cargas semánticas negativas: agujero negro, tener la negra, mano negra, nubes negras, marea negra, trabajar como un negro, etc.
El Semanal, como he dicho, es magnífico. Sin embargo, en él faltaba una alusión a la oveja negra (es cierto que recoge un reportaje sobre la misma), me refiero al magnífico microrrelato de Monterroso, recogido en su libro La oveja negra y demás fábulas. Os la copio, para celebrar la victoria de Obama (que aún podemos celebrarla, porque todavía no se ha sentado en el sillón del poder)
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja Negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

Augusto Monterroso. La oveja negra y demás fábulas.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Los atardeceres





Resulta curioso comprobar con cuánta asiduidad los seres humanos (no sé si les pasa a otros, aún no he podido comprobarlo) no somos capaces de disfrutar de lo que tenemos cerca. Nos acostumbramos a la rutina con tanta facilidad que perdemos oportunidades que, en muchas ocasiones, no se nos vuelven a presentar.
Me ha ocurrido tantas veces que ahora estoy alerta a cualquier "origen de placer". Así, cuando llegamos a la nueva vivienda que ahora disfrutamos, descubrimos los atardeceres. ¡Descubrir un atardecer! A quien se le cuente, dirá que si es que no vivíamos en la tierra, si es que acabamos de regresar de un viaje interestelar de años, si somos extraterrestres, o qué. Pues es verdad. No hay atardeceres como los que veo cada día desde la terraza de mi casa. Y no me había dado cuenta hasta que descubrí a la vecina apoyada sobre la valla de su terraza.
-Estamos disfrutando de esta vista. No hay atardeceres como éstos. Ya lo veréis.
Y es verdad. Quisiera compartirlo. Va por todos vosotros.

martes, 4 de noviembre de 2008

El mundo al revés


En pocos días se reunirán los grandes para reorganizar el mundo (una vez más) y construir un "nuevo capitalismo". Mientras tanto, en el Congo (una vez más) se libra una lucha fratricida que a nadie importa (recomiendo encarecidamente la película "Hotel Rwanda").
En esto estábamos, cuando voy a visitar a un tío mío, hospitalizado en Madrid por un cáncer. Me cuenta, con una lucidez y una paz interior contagiosa, que ha tenido de vecino de cama a un indigente. Macario, que así se llamaba, no quería recibir el alta. La cama limpia, los mimos de las enfermeras, las cuatro comidas al día, el calor y el trato humano. No podía permitirse perder esto.
Y aquí está la paradoja de este mundo al revés. Mientras el mundo "civilizado", el primer mundo, pide el alta voluntaria para volver a su cómodo sillón de burgués, el desheredado, la escoria del tercer mundo en el primero, está deseando volver a resbalar en la calle para que, con suerte, un alma caritativa, lo ingrese de nuevo.

domingo, 26 de octubre de 2008

Bodas de plata


Una vez leí que el que una pareja llegue a celebrar sus bodas de plata o de oro, es un logro personal y como pareja. Esto significa que entre los dos han ganado la partida, y han tenido la capacidad de volver siempre al otro, y la disposición de recibir siempre al otro.
Dentro de tres días celebraré mis bodas de plata matrimoniales.
Me recuerdo con veinte años afirmando sin ningún género de dudas que él sería mi marido para toda la vida. Que si entonces no me casaba, que lo haría después, pero con el mismo hombre. Recuerdo la cara de incredulidad de quien me escuchaba. Alguna iba más allá y ponía esos ojitos de "bueno, ya veremos".
Me recuerdo en cada embarazo, en cada trabajo, en cada hogar. Compartiendo siempre. Me recuerdo llorando, o besando, o abrazando, o gritando. Pero siempre juntos.
Y últimamente, me veo regalada, mimada, cuidada (que ya somos abuelos).
Nada hay como el amor, si éste es capacidad para volver al otro y disposición para recibirle.

"Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.
Ya podría tener el don de la profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca".
Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

martes, 21 de octubre de 2008

Lo cor se spande per amare. Iacopone da Todi


Rebuscando en un olvidado documento, he redescubierto un poema de Jacopone da Todi. ¡Que sorpresa te dan los archivos! Hace tiempo, cuando teníamos más horas y un temario más relajado, podíamos disfrutar en clase de los grandes autores internacionales. Y así, les hablábamos a nuestros alumnos (entonces absortos ante nuestras historias) de cómo surgió el primer grupo de poetas, que podría ser considerado como Generación, allá por el siglo trece italiano, en pleno renacimiento. Cómo, entre sus textos, nace una nueva concepción del amor literario -el neoplatónico y petrarquista-, agotado el tratamiento del amor cortés. Y cómo, de entre todos ellos, podemos hablar de un precursor, Jacobo da Todi, franciscano y poeta, que se dedicó a la vida mendicante al ser testigo de la muerte de su mujer -aplastada por un palco en una fiesta- y al descubrir en su cuerpo un cilicio.
Vaya en recuerdo de aquellos días de poesía y pedagogía.
Amor, amore che sì m’hai ferito,
altro che amore non posso gridare;
amor, amore, teco so’unico,
altro non posso che te abbracciare,
amor, amore, forte m’hai rapito,
lo cor sempre se spande per amare.
Iacopone da Todi

sábado, 18 de octubre de 2008

No siempre ganan los fuertes... siempre lo hacen los valientes


Una preciosa entrada de Danae (LIARTE) argumentaba con el ejemplo de David y Goliat la máxima que sirve de titular. Desde que la leí, sentí que había un texto que enlazaba perfectamente con esa idea. Por fin lo recordé. Os lo presento. Se trata de un poema de "poesía negra" americana. A mí me encanta. Por eso lo comparto con vosotros.
A vuestra salud:

El viejo mono
dijo al monito:
-Vámonos, demos
un paseíto;
de estar colgado
me siento ahíto.
Pero en respuesta
dijo el monito:

-Yo tengo miedo,
pues por poquito
el otro día
me dejan frito
cuatro caimanes
y dos mosquitos,
sin que pudiera
lanzar un grito,
pedir socorro,
tocar un pito.

El viejo mono
dice al monito
(no sin mirarlo
de hito en hito):
- De los cobardes
nada se ha escrito.
¿No te avergüeza,
lindo amiguito,
coger los mangos
siempre bajitos,
sin pena o riesgo,
sin un tirito?
-¿Y si me matan?
(gime el monito).
-Pues si te matan,
ya estaba escrito.
- ¿Y si me prenden?
- Será un ratito.
- ¿Y si me hieren?
- Un pinchacito...

Después de hablado
todo lo escrito,
miren que miren,
ahí va el monito,
con más candela
que un aerolito,
canta que canta,
ya no bajito.

El bosque es suyo...
¡Mas cuidadito!,
hay otros monos
y otros monitos,
que no se pueden
quedar solitos.

MORALEJA
Luego de lo leído
claro habrás comprendido
que en materia de monos y de gentes,
sólo pueden triunfar los más valientes.

Nicolás Guillén

jueves, 16 de octubre de 2008

El beso


Había decidido crear una entrada sobre “el beso”.
Lo hice antes de descubrir que este año se cumple el primer centenario de la presentación en público de El beso de Rodín, en la exposición de arte de Viena. Siempre me ha fascinado esta escultura. Quisiera colarme yo misma entre esos brazos y gustar ese beso frío y seco.
El beso. Jose Luis Garci, ha escrito y dirigido una película sobre su historia. Gustavo Adolfo Bécquer ha creado una leyenda. Klimt lo ha dibujado. Rodín lo modeló. Hasta una emisora de radio lleva este nombre.
El beso. La más auténtica forma de acercamiento. ¿No recordáis el primer beso?, ¿ese ensayo general de la felicidad?

Yo ya me despedía.... y palpitante
cerca mi labio de tus labios rojos,
«Hasta mañana», susurraste;
yo te miré a los ojos un instante
y tú cerraste sin pensar los ojos
y te di el primer beso: alcé la frente
iluminado por mi dicha cierta.

Salí a la calle alborozadamente
mientras tu te asomabas a la puerta
mirándome encendida y sonriente.
Volví la cara en dulce arrobamiento,
y sin dejarte de mirar siquiera,
salté a un tranvía en raudo movimiento;
y me quedé mirándote un momento
y sonriendo con el alma entera,
y aún más te sonreí... Y en el tranvía
a un ansioso, sarcástico y curioso,
que nos miró a los dos con ironía,
le dije poniéndome dichoso:
-«Perdóneme, Señor esta alegría.»
Amado Nervo

Un lector


Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído.
No habré sido un filólogo,
no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa mutación de las letras,
la de que se endurece en te,
la equivalencia de la ge y de la ka,
pero a lo largo de mis años he profesado
la pasión del lenguaje.
Mis noches están llenas de Virgilio;
haber sabido y haber olvidado el latín
es una posesión, porque el olvido
es una de las formas de la memoria, su vago sótano,
la otra cara secreta de la moneda.
Cuando en mis ojos se borraron
las vanas apariencias queridas,
los rostros y la página,
me di al estudio del lenguaje de hierro
que usaron mis mayores para cantar
espadas y soledades,
y ahora, a través de siete siglos,
desde la Última Thule,
tu voz me llega, Snorri Sturluson.
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa
y lo hace en pos de un conocimiento preciso;
a mis años, toda empresa es una aventura
que linda con la noche.
No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,
no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;
la tarea que emprendo es ilimitada
y ha de acompañarme hasta el fin,
no menos misteriosa que el universo
y que yo, el aprendiz.

Jorge Luis Borges, 1969

sábado, 11 de octubre de 2008

Historia de la lectura


La lectura, como proceso intelectual silente e individual que hoy conocemos, no nació originariamente así. Alberto Manguel, recuerda en su Historia de la lectura, que durante la edad media, los monjes leían en voz alta y al unísono en los monasterios.
Tampoco la interpretación de la lectura era privada. Antes de san Agustín, un monje leía en voz alta y dictaba la glosa, por lo que se cerraba la puerta a la posibilidad de interpretación subjetiva.
Fue san Agustín quien introduce la lectura silente. Por este hecho lo tomaron por un endemoniado: ¿qué hacía moviendo los labios y siguiendo con los ojos las líneas escritas, sin emitir sonido? ¿Cómo era posible que después resumiera y explicara lo leído si no había leído?
La lectura se convierte así en un acto del diablo, subjetivo, aislante, intelectual, privado. ¿Es por ello que algunos jóvenes no son capaces de acceder a ella? ¿Por lo que tiene de privado, de silente, de intelectual o de demoníaco?

La asamblea de Atenas

Cuando Rafael presentó finalmente su obra La Asamblea de Atenas, uno de los dignatarios eclesiásticos preguntó quién era esa mujer que presidía, desde el centro, toda la asamblea y a la que parecían escuchar todos. El gran artista italiano contestó que se trataba de Hypatia de Alejandría, e instruyó a los que contemplaban su obra sobre el valor de esta mujer.
Naturalmente se la hicieron borrar. Pero el maestro, la incluyó finalmente en una de las esquinas. ¿La véis? Está allí, a la izquierda. Es esa cara que nos mira.

jueves, 9 de octubre de 2008

Hypatia de Alejandría


Dicen que era hermosa, por dentro y por fuera. Una mujer en un mundo de hombres. Filósofa y matemática. Amante del conocimiento, los libros, el arte.
Dicen que la biblioteca de Alejandría no pudo aguantar su ausencia y ardió de dolor. En los libros encontraréis que unos fanáticos la asesinaron (arrancándole la carne con conchas afiladas hasta que murió) y que más tarde se quemó la biblioteca de Alejandría (la más famosa de todos los tiempos).
Yo creo que los libros prefirieron morir a vivir sin Hypatia.

domingo, 5 de octubre de 2008

Segundas partes


Es cierto que "segundas partes nunca fueron buenas". Este simple adagio se cumple también en la mitología. Me explicaré.
Cuenta Publio Ovidio Nasón que Teseo se sirvió del hilo del vestido de Ariadna para encontrar la salida del laberinto, una vez que había dado muerte al Minotauro. Historia archiconocida por todos y que apenas plantea novedad. Sin embargo, ¿alguien sabe qué ocurrió después? Me refiero a cómo continúa la historia de amor entre Teseo y Ariadna, cuando ambos abandonan la isla de Creta y emprenden una vida en común.
Pues Teseo, el valeroso, el inteligente, el enamorado... se cansó de Ariadna y la abandonó, mientras dormía, en Nixos.
Pero ambos tienen segundas partes: Ariadna, rehace su vida con Dionisos -¿podría haber encontrado un dios más divertido?- y Teseo se une a Fedra, hermana mayor de Ariadna, con quien vive una trágica relación , surcada de incestos y muertes.
De Ariadna adquiere el "hilo" y Fedra lo "lía", hasta la muerte.

viernes, 3 de octubre de 2008

Apolo amante de Hiacinto


Hiacinto era de gran belleza, de tal modo que Apolo se enamoró de él. Un día en que los dos se entretenían lanzando el disco, el viento desvió el proyectil, o bien éste chocó contra una roca y rebotó con tan mala fortuna que dio a Hiacinto en la cabeza y lo mató. Consternado, Apolo quiso inmortalizarlo, y transformó la sangre que había brotado de su herida en una nueva flor, el jacinto, cuyos pétalos llevaban unas señales que recordaban el lamento del dios o bien la inicial del nombre del doncel.

Según algunos autores, el verdadero responsable de la muerte de Hiacinto fue Céfiro, rival de Apolo en sus amores con Hiacinto, que habría desviado intencionadamente el disco para vengarse de ambos.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Orfeo y Eurídice


Cuenta Plubio Ovidio Nasón en su Metamorfosis que hubo una vez un hermoso joven llamado Orfeo. Éste era un prodigio con la lira, de cuyas cuerdas extraía las más hermosas melodías. Conoció a la dulce Eurídice y quisieron sellar su amor. A las bodas asistió como padrino el dios Himeneo, a quien Orfeo suplicó un buen agüero para su matrimonio. Sin embargo, Himeneo no pudo evitar permanecer con un aire triste, ausente, como si no pudiese evitar la infelicidad futura de la pareja.

En efecto. Al poco tiempo de la boda, tras unos pocos pero felicísimos días de apasionado matrimonio, Eurídice muere picada en el talón por un áspid. Orfeo no puede superar su dolor y solicita infructuosamente a los dioses que les permitan seguir unidos. Ante el silencio divino, toma la iniciativa y se dirige él mismo al Infierno. Allí viven su segunda vida eterna los muertos de la Antigüedad Clásica. Se presenta ante Plutón y Proserpina, reyes de este lúgubre lugar, y, al son dulcísimo y leve de su lira, solicita recuperar a su esposa muerta, con la promesa de volver juntos de nuevo al Infierno, al final de sus días.

La música es tal y los ruegos tan eficaces que, por unos instantes, se transforma la vida infernal: los condenados allí –Tántalo, Ixión, Sísifo, las hijas de Belo- abandonan sus tormentos, e incluso en los ojos de las Furias aparece una extraña lágrima. Plutón y Proserpina no pueden, emocionados, negarle la gracia. Pero le imponen una condición: deberá salir sin volver la cabeza para mirar a su esposa, hasta haber salido del reino de los Infiernos.

Delante Orfeo, detrás Eurídice, recorren nuevamente el camino de regreso, rodeados de penumbra, terror y fantasmas. El silencio es extremo. Orfeo duda y teme que su esposa no esté detrás. En las mismas puertas del Infierno, a la ribera de la laguna Estigia vuelve la cara e intenta abrazarla. Sin embargo, sus brazos sólo aprietan un ligero humo. Eurídice no se queja pues sabe que el amor ha movido a su esposo. Desde lejos le envía un último adios.

Orfeo no puede soportar su dolor. En vano solicita a Caronte que le lleve de nuevo en su barca, de regreso al Infierno. Desengañado al fin, se retira al monte Ródope, donde vive fiel a Eurídice, desdeñando los ofrecimientos de las ninfas, seducidas por su música.

domingo, 21 de septiembre de 2008

El otoño


Hoy comenzó el otoño. Suena extraño cuando aún escucho lejanas las olas. Pero el relampagueo de una tormenta temprana, a lo lejos, parece querer convencerme. Hoy comenzó el otoño. Un año nuevo que se renueva. Me lleno de melancolía y no me resisto a copiar unos versos de una poetisa recientemente descubierta. Se llama Mari Cruz Agüera, nacida en el Puerto de Mazarrón, Murcia, en 1967 (sólo le llevo cuatro años) y fue la ganadora del III Premio de poesía Plumier de Versos el pasado año. Ahí van algunos de sus hilos frágiles:
Mi corazón de otoño,
pájaro migratorio,
tras el sur de tus brazos,
se extiende y se desata por los puentes.

Soy hoja hecha de ojos en el viento
que busca el mirador de tu horizonte.

sábado, 13 de septiembre de 2008

El ágora


Dice el diccionario que un ágora era la plaza pública griega donde, en un principio, se celebraban los mercados y donde los ciudadanos, siempre hombres, ya que las mujeres respetables no aparecían nunca en público, se reunían para tratar los asuntos de la comunidad. A lo largo del tiempo se fueron variando las funciones de este lugar, pero siempre respetó su condición de foro de discusión bien religiosa, bien política o simplemente lúdica. Con mi ágora deseo recuperar el debate, el respeto a todas las opiniones, el lugar para compartir.

Las musas


Las Musas son ninfas relacionadas con ríos y fuentes. Engendradas por Zeus y Mnemósine, según unos, o por Urano y Gea, según alguna otra versión, son capaces de inspirar toda clase de poesía, así como de narrar a un tiempo el presente, el pasado e incluso el futuro, dadas sus virtudes proféticas. El número de estas deidades también admite variantes (tres, siete, etc), pero fue Hesíodo el primer poeta que, en su teogonía, citó un total de nueve, dándoles además estos nombres que, en griego, tienen un significado concreto:

Clío

la que ofrece gloria. Inspira la Historia.

Euterpe

la muy placentera. Protege el arte de la flauta.

Talía

la festiva. Musa de la comedia.

Melpómene

la melodiosa. Musa de la tragedia.

Terpsícore

la que deleita en la danza.

Érato

la amable. Musa de la lírica.

Polimnia

la de muchos himnos. Protege la mímima.

Urania

la celestial, protectora de la astronomía.

Calíope

la de bella voz. Protectora de la poesía épica.

Será más adelante, ya en época helenística (a partir del siglo IV a.C), cuando se les asigne a cada una de ellas un dominio o función propia dentro de la literatura. Se les atribuirán además una serie de emblemas característicos que son los que nos permiten reconocerlas y distinguirlas en las representaciones gráficas.

Las Musas son las cantoras divinas que con sus coros e himnos deleitan a Zeus y a los demás dioses en el Olimpo, su morada, bajo la dirección de Apolo. Otras veces descienden a la Tierra, actuando de mediadoras entre lo divino y los seres humanos gracias a la inspiración que transmiten a los poetas, proporcionándoles el conocimiento de lo Eterno.

Hay que destacar el culto que se les rindió en Tracia, concretamente en Pieria, cerca del monte Olimpo (de ahí que en ocasiones reciban el nombre de Piérides) y en Beocia, en las laderas del monte Helicón.

En su condición de inspiradoras de toda clase de Arte, son invocadas por los poetas al comienzo de sus obras para que les proporcionen las palabras adecuadas y les muestren los hechos verdaderos.

A ellas invocaremos en este principio nuestro de El ágora de Alejandría.