domingo, 26 de octubre de 2008

Bodas de plata


Una vez leí que el que una pareja llegue a celebrar sus bodas de plata o de oro, es un logro personal y como pareja. Esto significa que entre los dos han ganado la partida, y han tenido la capacidad de volver siempre al otro, y la disposición de recibir siempre al otro.
Dentro de tres días celebraré mis bodas de plata matrimoniales.
Me recuerdo con veinte años afirmando sin ningún género de dudas que él sería mi marido para toda la vida. Que si entonces no me casaba, que lo haría después, pero con el mismo hombre. Recuerdo la cara de incredulidad de quien me escuchaba. Alguna iba más allá y ponía esos ojitos de "bueno, ya veremos".
Me recuerdo en cada embarazo, en cada trabajo, en cada hogar. Compartiendo siempre. Me recuerdo llorando, o besando, o abrazando, o gritando. Pero siempre juntos.
Y últimamente, me veo regalada, mimada, cuidada (que ya somos abuelos).
Nada hay como el amor, si éste es capacidad para volver al otro y disposición para recibirle.

"Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.
Ya podría tener el don de la profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca".
Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.