sábado, 11 de octubre de 2008

Historia de la lectura


La lectura, como proceso intelectual silente e individual que hoy conocemos, no nació originariamente así. Alberto Manguel, recuerda en su Historia de la lectura, que durante la edad media, los monjes leían en voz alta y al unísono en los monasterios.
Tampoco la interpretación de la lectura era privada. Antes de san Agustín, un monje leía en voz alta y dictaba la glosa, por lo que se cerraba la puerta a la posibilidad de interpretación subjetiva.
Fue san Agustín quien introduce la lectura silente. Por este hecho lo tomaron por un endemoniado: ¿qué hacía moviendo los labios y siguiendo con los ojos las líneas escritas, sin emitir sonido? ¿Cómo era posible que después resumiera y explicara lo leído si no había leído?
La lectura se convierte así en un acto del diablo, subjetivo, aislante, intelectual, privado. ¿Es por ello que algunos jóvenes no son capaces de acceder a ella? ¿Por lo que tiene de privado, de silente, de intelectual o de demoníaco?

La asamblea de Atenas

Cuando Rafael presentó finalmente su obra La Asamblea de Atenas, uno de los dignatarios eclesiásticos preguntó quién era esa mujer que presidía, desde el centro, toda la asamblea y a la que parecían escuchar todos. El gran artista italiano contestó que se trataba de Hypatia de Alejandría, e instruyó a los que contemplaban su obra sobre el valor de esta mujer.
Naturalmente se la hicieron borrar. Pero el maestro, la incluyó finalmente en una de las esquinas. ¿La véis? Está allí, a la izquierda. Es esa cara que nos mira.